Nuestro ilustre jefe es un muñeco "fallero"
desplazado de Valencia, un elemento integrante de sus fallas, a quien reclama
la bella y admirable ciudad cuando llega el momento de hacer gala de su ingenio
y saludable humor en esos tinglados que constituyen la fiesta más original de
cuantas se celebran en España. Valencia llama entonces a GUTIÉRREZ, el probo
funcionario, madrileño castizo, fraternalmente unido a sus ninots, y nuestro
ilustre jefe va. Y es, por excepción, el único que se salva de la quema. Así,
cuando en las plazas y calles humea el rescoldo de la falla que fue, GUTIÉRREZ
regresa a los Madriles oliendo a chamusquina. Pero antes de las veinticuatro
horas del día de San José, nuestro ilustre jefe, como hermano de la Paz y Caridad abraza a cada
uno de los peleles falleros y se despide de ellos prodigándoles frases de
consuelo. Madrid y Valencia unidos por su representación más popular y genuina.
Y de regreso, como a la ida, GUTIÉRREZ entona el melodioso
himno valenciano que en todas sus estrofas brinda amor a la Patria grande: "Para
ofrendar nuevas glorias a España..."
El séquito de nuestro
ilustre Jefe lo formaban este año los ilustres escritore y artistas que se
expresan: Capuz, Bon, Roberto, Mihura, Jardiel Poncela, Antonio Robles, Vicent,
Bargues, Camba, Karikato, Alfaraz, Manchón, Orbegozo, González Ruano, Peña,
Perals, Quesada Hoyos, Marín Núfiez, K-Hito y otros viajeros hasta el número de
cuarenta, más el equipo fútbol de GUTIÉRREZ. A las seis y media de la mañana partieron
dos autocars, brillantemente engalanados, de la plaza del Callao, frente al
Palacio de la Prensa,
donde tiene su domicilio social la "Unión de Dibujantes Españoles".
Los días anteriores, ambos vehículos pasearon por Madrid con GUTIÉRREZ,
ostentando enormes letreros que decían: ¡Viva Valencia! ¡Viva Pepita Samper!
¡Vivan las fallas! ¡Arroz y autocar!, y otros por el estilo. El paso de los
coches
por las calles de la villa y Corte llamó poderosamente la
atención de los pacíficos ciudadanos.
Robles y Bon,
humoristas en todo momento, tuvieron que ocupar el sitio que se les designó,
previo acuerdo, para amenizar con sus agudezas el viaje. Y, en efecto, Robles
se obstinó en preguntar apuradamente, al paso por cada pueblo, si era
Guadarrama.
—No, no, señor; ¡eh!, que van ustedes
mal, balbuceaban los habitantes corriendo atropelladamente
tras del autocar, que continuaba su marcha impertérrito. Y en Tarancón lanzó un
viva desgarrador ante los domingueros pobladores; un viva que no tuvo feliz
remate porque su memoria le fuié infiel.
; ;; V i v a ...!!! Esto, ¿ c ó m o se dice?... ¡Contra!.
Mira que también...
Es un viva de lo más original que se conoce.
Precisamente en Tarancón, uno de los autocars comenzó a
engrasar bujías y siguió el camino a dos velas. Poco más allá, los ruidos del
motor dieron una nota de originalidad. Vajillas que se rompen, cristales hechos
añicos, ruido de arrastrar cadenas, cajas destempladas, coros de mozas y mozos,
voces de señoritas de conjunto... ¿Qué le pasa al motor? Misterio.
En seguida le dio por quemar aceite en cantidades
inusitadas. Se tomaba los bidones como si mojase grandes migas de pan en ellos.
En algunos pueblos tuvimos que adquirir latas de sardinas para aprovechar el
aceite. Y los cuarenta caballos se convirtieron en cuarenta sardinas, que,
después de todo, en lenguaje taurómaco, viene a ser igual.
Mientras tanto, el otro coche avanzaba veloz hacia Motilla
del Palancar.
Cuando el autocar
1—llamemos así al de las bujías engrasadas—dio
GUTIÉRREZ vista a Motilla, encontró en la carretera, junto
a la cuneta, al autocar 2 con las banderitas que lo engalanaban a media asta.
Ni el menor rastro de la tripulación.
Entonces el autocar 1 dio dos vueltas en derredor del
autocar 2 y dejamos caer unos ramos de flores en recuerdo de los desaparecidos.
A continuación guardamos dos minutos de silencio, que los chauffcurs no sabían cómo
agradecer. ¡Figúrense ustedes las cosazas que habrían oído desde que la primera
bujía se engrasó para siempre!
Y llegamos a Motilla del Palancar a las siete de la tarde,
seis horas después
de lo convenido. Allí estaban los viajeros de autocar
número 2. Brava gente. El coche, con la diferencial rota, y ellos, zampando en
Motilla como desesperados. Excusamos decir que los dos minutos de silencio los recuperamos
con creces.
¿QUIÉN ES DATIVO?
Dativo Aparicio es el dueño de la fonda "El
Sol", hospedería cervantina que existe en Motilla del Palancar, como pudo
existir en el Sardinero o en Deauville, tal es el acopio de comodidades y
excelencias que brindan al viajero.
De pronto se encontró Dativo con, veinte huéspedes que se
disponían a pernoctar en su fonda. Y Dativo, poco ablativo, se dispuso a alojar
cumplidamente a toda la tripulación del autocar
2. No sabemos qué hubiera hecho otro en el caso de Dativo.
El, sí; él dio de cenar opíparamente a veinte vocativos, famélicos por la amplitud
del viaje, y más tarde les proporcionó a cada uno magníficas habitaciones y
camas donde pasar bien cómoda la noche. GUTIÉRREZ, conmovido por esta hazaña, nombra
a Dativo hostelero de honor.
LOS SUPERVIVIENTES, A
VALENCIA
El autocar 1 se dispuso a subir el soberbio puerto de
Contreras sin
bujías; apenas con unos fósforos de madera para evitar
confundir el puerto y meternos en la bahía de Cádiz. Y subimos, y en lo más
alto entonamos el himno a Valencia. Aquí somos así.
Llegamos a Caudete
de las Fuentes, donde nos dieron el alto. Allí había dos automóviles, cuyos
tripulantes decidieron pasar la noche en aquel pueblo hasta encontrar a nuestra
caravana. El alcalde, el párroco, la banda de música y el pueblo en masa
estuvieron de dos a cuatro de la tarde esperando nuestra llegada.
¡Y GUTIÉRREZ sin
venir! Pero todavía quedaban unas butifarretcs y unos vasos de buen vino con
que nos obsequiaba nuestro querido amigo don Rafael Lazcano, su señora, que
hizo los honores de la casa, y el señor Carrión.
Nos despedimos de
aquellos amigos, agradecimos al párroco sus deferencias, y continuamos el viaje
escoltados por el auto del ilustre doctor Benavente.
EN EL PUENTE DE LA MUERTE
Durante el trayecto desde
Caudete de las Fuentes nos fuimos enterando del gentío que se disponía a
recibir a GUTIÉRREZ, y que tuvo que regresar a Valencia desconsolado.
El presidente del
Círculo de Bellas Artes, doctor Villanova ls, con numeroso asociados; la Comisión de la falla de
Félix Pizcueta, con bandera y música; los alumnos de la Academia Fúster,
de dibujo, con uno de ellos vestido de Gutiérrez, bailando en un camión;
representaciones de la
Asociación de la
Prensa y diversas entidades salieron también a muchos
kilómetros de Valencia a esperarnos. Todo sea por Dios.
En el puente de la Muerte, a 23 kilómetros de
Valencia, nuestro autocar funde una biela, y se acabó. A dormir, señores; son
las cuatro de la madrugada; pero antes entonamos la canción Valencia,
El doctor Benavente llegó a la bellaciudad de las flores y
destacó un autobús de los que hacen el servicio Grao-Malvarrosa, que vino por
nosotros. Y a las seis de la mañana—veinticuatro horas de autocar—entramos en Valencia,
pimpantes, descacharrantes, como el que acaba de dar una vuelta en el tranvía. Y
es que Valencia se lo merece todo.
¡Es mucho Valencia!